Chernóbil: cuando el conocimiento y la verdad son contrarrevolucionarios.
- Milano
- 10 ago 2019
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 20 oct 2020
"Este ataque vandálico contra la universidad no es otra cosa que la manifestación tangible del desprecio que siente la masa revolucionaria por el pensamiento racional, la individualidad, la propiedad, y por todo aquello que represente un orden, orden el cual, ellos están allí para destruir."

"...desde hace años las universidades venezolanas vienen siendo sistemáticamente erosionadas, quizás de manera más silente, menos vistosa, pero más efectiva. El chavismo, desde hace años, viene utilizando el poder para atentar contra las universidades."
Chernóbil, la serie, duró tan solo cinco capítulos, nada más...
Sin embargo, en esos 5 capitulos, guionistas y productores reconstruyen, con bastante tino diría yo, los errores y fallos que, consecuencia del sistema socialista/marxista/leninista sovietico, condujeron a una de las peores catástrofes que la humanidad haya afrontado jamás (y si ud es de la opinión de "eso no era verdadero socialismo", pues poco importa porque al final ninguno lo termina siendo).
En consecuencia, debido a la genialidad con la que el hilo narrativo se mantiene en constante tensión durante toda la trama, y al realismo con el cual se reconstruyen los hechos, la serie me dejó con una terrible sensación de desgaste, de verdadera fatiga mental.
Soy venezolano.
¿Qué más puedo decir?
Conozco de primera mano los exabruptos de la arrogante ignorancia roja cuando ésta choca de frente contra la razón, así que como era de esperarse, no me fue nada sencillo evitar identificarme, directa y visceralmente con los personajes de la serie quienes, como la mítica Casandra anunciaban la hecatombe; encontrandose solo con los oidos sordos de la negación oficial. De hecho, hay una escena en particular la cual me hizo querer tirar mi laptop contra al suelo.
A pesar de mi mala memoria, la cosa es más o menos así:
Una físico nuclear al enterarse de la explosión del reactor nuclear decide ir, a riesgo de su vida, al lugar de los hechos, para advertir sobre el peligro inminente que supone la radiación para la ciudad. Luego de mucho esfuerzo burocrático, dicha físico consigue una entrevista con un gordo y seboso funcionario a quien suplica desesperada la evacuación inmediata de la ciudad por el bien de los ciudadanos.
No obstante, el lerdo funcionario, insiste en que no hay nada de qué preocuparse, pues las autoridades del partido han deliberado, y han decidido que no hay ningún peligro, y con tal ligereza, así, como si nada, una tragedia de tales dimensiones queda resuelta tan solo con la negación oficial.
En resumen, para el funcionario todo está "excesivamente normal".
Frente a la sin razón, nuestra físico nuclear indignada (obviando toda corrección política), y sabiéndose impotente, le espeta al miserable funcionario, llena de rabia, que ella "es físico nuclear y sabe exactamente de lo que está hablando, mientras que él, antes de ser funcionario solo era zapatero en una fábrica". Por tanto, por el bien de todos, la físico implora una última vez, la inmediata evacuación de la ciudad... pero claro, el funcionario solo la mira con sorna, y desde su escritorio, y su obesidad (ambos símbolos máximos del poder en socialismo, pues en socialismo solo los funcionario tienen el privilegio de engordar sentados) se sirve una copa de vodka tranquilo para responder con un brindis:
"Sí, antes era un obrero y ahora soy gobernador
¡Por los trabajadores!" Quedando así resumido en una serie, en una escena, en una frase, en un brindis, todo el daño que la ignorancia encumbrada como “Revolución” puede causar a una sociedad, pues esta anda más ebria de poder, resentimiento, y desprecio por el intelecto que por el licor.
"Sí, antes era un obrero y ahora soy gobernador ¡Por los trabajadores!
Ahora bien, mientras escribo, es Domingo, el 11 de Agosto de 2019, para ser más exactos, circulan en distintas redes sociales diversas manifestaciones de repudio contra la vandalización de la sede del rectorado académico de las Universidad de los Andes en Mérida-Venezuela perpetrados por manos de colectivos chavistas.
Sin embargo, aunque tal indignación no carezca de razón, tales hechos no suponen tampoco ninguna novedad, mucho menos una sorpresa, pues lo único que tienen de novedosos es la carga visual que sirve como contenido para inundar las redes, pues un par de grafitis, y otros daños menores no son más que el reflejo de lo que, desde hace años, las universidades venezolanas vienen siendo víctimas: un proceso de destrucción más lento, más silente, pero mucho más efectivo desde el poder institucional.
En otras palabras, hace años ya que desde el poder el chavismo viene destruyendo por asfixia a las universidades venezolanas, en particular la de los Andes, hoy en terapia intensiva, sumando el éxodo masivo de estudiantes y profesores, pero esto último es harina de otro costal.
¿Acaso hace falta decir más?
Así son las revoluciones, necesitan apagar hasta el ultimo faro guía del pensamiento racional aunque cueste la muerte de miles como en Chernóbil, porque el partido, y el ideal van siempre antes que la realidad. Por lo cual, pareciera que siempre es el deseo de toda revolución acabar cualquier bastión de la democracia y la iluminación porque siemore es más fácil reinar entre la obscuridad y la barbarie.
De modo, que el ataque vandálico contra la universidad no es otra cosa que la manifestación tangible del desprecio que siente la masa revolucionaria por el pensamiento racional, la individualidad, la propiedad, y por todo aquello que represente un orden, orden el cual, ellos están allí para destruir. La revolución es la copa alzada por "los trabajadores", por "el proletariado", por "el bien mayor", sin medir nunca las consecuencias.
En revolución no se puede permitir la disidencia, ni el pensamiento, mucho menos la crítica ni la verdad, pues todos estos son ataques contrarrevolucionarios ¡asquerosos vicios burgueses!
En conclusión, la revolución es la danza de shiva, es caos y destrucción; el reinado de la obscuridad y la ignorancia, es el Kali Yuga del que hablan los téxtos védicos...
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