Cuando Hades se echa al mar
- Milano
- 14 oct 2019
- 3 Min. de lectura
Si la muerte es olvido y descanso sé que cuando muera si voy a descansar de algo será de tanta nostalgia. Nostalgia y melancolía por lo que fue, por lo que no, por lo que pudo ser, y por lo que debió haber sido... porque para mí en algún momento la felicidad, y los deseos dejaron de estar completos. Siempre me falta algo, siempre preferiría las cosas de otra manera, en otro momento, en otro lugar y es que creo que el problema es que mi infancia fue demasiado perfecta, carente de toda carencia, demasiado rodeada de amor, de amigos, de risas, de 20 o 30 personas en una mesa, y bajo un mismo techo. Así que supongo nunca aprendí a lidiar con el hecho de que los momentos felices se acaban, de que la gente crece, cambia, migra, se muere, y cada época es distinta. Nadie me dijo que los ratos felices son como estrellas fugaces que iluminan nuestras vidas sin que nuestra voluntad decida cuando ¿O será tan cierto eso de que la felicidad la vivimos solo cuando no nos damos cuenta?
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Antes de dormir, como susurros que no cesan, se repiten en mi cabeza las ultimas conversaciones con mi tío antes de su muerte, el audio de mi madre desesperada dándome la noticia, la carta póstuma que le escribí de despedida, el mensaje de mi primo cargado de una fe reconfortante y a toda prueba de la cual carezco (aunque la busco desesperado). Repaso una y otra vez en mi cabeza la escena que me contaron sobre su muerte y aún me pregunto si quizá tuvo alguna esperanza de salvarse pero que en ese momento, por algún motivo, no le dieron ¿habría luz en el hospital? ¿un desfibrilador?
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Desperté soñando que estaba en la casa de playa de mi tío Héctor por allá en algún lugar entre la costa de Paria. Desde el balcón podía observar una mar picada aunque contenida por un inmenso muro de hormigón que, aunque se agitaran, las aguas no podían desbordar. No obstante, sin saber de qué modo habían traspasado el muro, había también gente surfeando sobre la mar embravecida. Grande fue mi terror al ver cómo una mujer que venía cabalgando una ola sobre su tabla, al reventar la ola contra el muro, salió despedida por los aires para terminar estrellándose contra la pared de la casa del modo más violento. Lo que era una chica joven y hermosa terminó convertida en un costal de carne lleno de huesos molidos...
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Neptuno el mar, la chica sobre las olas una venus exaltada, saturno la pared y el cuerpo, plutón la muerte. El sueño es claro para quien conoce los símbolos. Venus en piscis en la VIII casa, Plutón en escorpio en conjunción con la luna en la IV casa, y Júpiter en cancer en la XII, todo formando un gran trígono.
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Para mí no es alguien cercano quien muere cuando cuando Hades con su casco invisible viene a zambullirse en el océano que es mi casa, es más una parte de mi alma la que queda desmembrada en vida al estrellarse contra esa realidad que a menudo olvido perdido en ensoñaciones. La muerte para mí es volver a ese lugar en mi cabeza donde solo pienso en el tiempo que faltó, en los logros que no alcanzamos a compartir, en los viajes que no pudimos hacer juntos, en los hijos, sobrinos y nietos que no conocerá el que se fue. Son también ganas de volver atrás, no para cambiar nada, si no tan solo para revivir esos momentos en los que no había nada que hiciera daño a mi felicidad, porque siento que no hay en el presente motivos para seguir haciendo esfuerzos que eventualmente Plutón volverá para llevarse. Y aunque se hable mucho de transformación, de evolución, de dar sentido a la existencia, todo me sabe a racionalización vacua, a resignación, a impotencia, a entregar con buena cara la voluntad que nunca hemos tenido... y me duele no poder creer ciegamente en ese amanecer glorioso donde nos sentaremos de nuevo, juntos, a comer en la misma mesa...
Hermoso. Gracias por compartirlo.