La envidia del pene y la esquizofrenia latinoamericana.
- Milano
- 21 ago 2019
- 10 Min. de lectura
Actualizado: 22 oct 2020
Cuando aún vivía en Bordeaux un grupo de estudiantes de una escuela de comercios desarrollaba un proyecto de investigación acerca de las democracias latinoamericanas y las condiciones de vida de sus ciudadanos. Por cosas del destino estos muchachos terminaron contactándome e invitándome a su instituto para entrevistarme y de ese modo poder yo relatarles mis experiencias y visiones como latinoamericano que soy acerca del asunto, así que fui.
Terminada la entrevista alcancé a escuchar a la tutora del grupo decir en voz baja a un grupo de alumnos en un rincón, como quien confiesa un secreto vergonzoso:
"Avez-vu entendu tout ça?
Rien à voir avec l'histoire qui nous a été racontée par le fonctionnaire cubain de la semaine derniére. Et alors, dites-moi ce que vous en pensez maintenant?
Por supuesto me acerqué, y me procuré informarme del contexto de lo que allí cuchicheaban, y ello dio pie a toda una nueva conversación.
En resumen, antes que a mí, habían invitado ya, a otros latinoamericanos de distintos países, entre esos, a un funcionario del estado cubano el cual, por supuesto, se deshizo en alabanzas a las revoluciones socialistas, mintiendo a sus anchas sobre "la excelente calidad de la que gozan nuestros pueblos a pesar de los ataques imperiales".
Asombrada al comparar las distintas versiones, y en un acceso de acertadísima intuición, la profesora dictaminó concluyente:
"las de ustedes parecen sociedades con síntomas de esquizofrenia".
Tal diagnostico me impresionó profundamente, y no por novedoso, ni mucho menos ofensivo, si no porque le bastaron a esta profesora un par de conversaciones con distintos sujetos para llegar a más o menos a las mismas conclusiones a las que a algunos autores e historiadores les han costado miles de páginas y estudios:
Latinoamérica es un continente esquizoide.
Entre esos autores que han intuido algún desequilibrio intrínseco a la psiquis latinoamericana, uno de los más prominentes y originales ha sido José Manuel Briceño Guerrero con su libro "El laberinto de los 3 minotauros" .
De manera escuetamente resumida, para quienes no conocen la obra de este autor, podríamos decir que en "El Laberinto de los 3 minotauros" Briceño Guerrero lo que hace es un exhaustivo y minucioso análisis -sin dejar prácticamente nada por fuera- acerca de las distintas concepciones de tipo tradicionalistas, científicas y hasta metafísicas que los distintos pueblos que conformaron la América Latina elaboraron para explicar su génesis, y conformar una identidad común, a saber pre-hispanicos, europeos y africanos.
Asimismo, explica Briceño en su libro, cómo tales concepciones de la realidad, tan diversas y tan heterogéneas, fueron, a través de los tiempos, oponiéndose, mutando, inclusive hibridando de tal modo, que terminaron por generar toda una variedad de discursos permanentemente en pugna. Entendiendo por discurso un sistema de ideas que se construye de manera social y que sirven de referencia, como una especie de filtro, para procesar la realidad.
Finalmente, concluye Briceño que -palabras más, palabras menos- como producto de esa pugna entre discursos yuxtapuestos, y tan heterogéneos surge esa suerte de esquizofrenia colectiva que entorpece la conformación de la psique del cuerpo social latinoamericano, lo cual hace imposible una suerte de auto-consciencia que eventualmente sirva como la base desde la que se pueda finalmente enrumbar la América Latina hacia eso que los occidentales entienden como "desarrollo". Aunque, paradójicamente, a pesar de todo, sí, somos los latinoamericanos occidentales sin saberlo, y muchas veces, sin tan siquiera desearlo ya que en alguna parte de nuestra psique subyace oculto la resistencia de los pueblos prehispánicos y africanos frente al invasor español, entre otras dinámicas entre estos 3.
Recordando desde la distancia aquellas entrevistas entre franceses y latinos, que provocaron ese insight en aquella profesora francesa acerca de algún desequilibrio inherente a las naciones latinoamericanas y sus habitantes, lo cual inmediatamente me remitió a Briceño Guerrero, se hace necesario traer a colación uno de los elementos más importantes en las ideas de Briceño para definir las particularidades de cada discurso fundacional, por llamarlo de alguna manera, de la América Latina, y que había estado dejando aparte hasta ahora, el elemento raza.
Llegados a este punto es importante tener en cuenta que las investigaciones y ensayos que conforman el "Laberinto de los 3 minotauros" se llevaron a cabo, si no me equivoco, en la década de los sesentas o setentas, y por tanto palabras como "raza" o "racial" no cargaban quizá con los pavorosos tabúes de nuestro tiempo.
En igual médida, creo que si dedicásemos el tiempo suficiente a desarrollar la idea, la esquizofrenia producto de la interacción de "discursos" heterogeneos y en pugna en un mismo lapso temporal, es un fenómeno que hoy en día podríamos fácilmente relacionar con el termino de"Post-Verdad", pues la posmodernidad ha hecho de la verdad algo tan maleable como colectivos tribales lo demanden para imponer su agenda sobre la de los otros.
Sin embargo, retomando nuestro hilo, lo que puedo interpretar después de todo lo exopuesto es que Latinoamérica como cuerpo macro, como individuo social, si bien intenta hacer uso del raciocinio, y del método científico heredado de Europa en la búsqueda y construcción de la verdad (llamada por Briceño razón europea segunda), y de sí misma, se encuentra una y otra vez entorpecida en dicha búsqueda por esa otra construcción de verdades diversas y paralelas desde la emotividad (Discurso salvaje) vestidas -artificialmente la más de las veces agrego yo- de tradicionalismo ancestral. Tradicionalismo que disimuladamente respira un cierto desprecio por esa racionalidad occidental que se impone aplastante por considerarla foránea, invasiva, incluso ofensiva.
Sin embargo, ese mismo rechazo a la razón, durante años, nos ha convertido en presa fácil de demagogos, caudillos ¿y por qué no? potencias extranjeras que, en distintos momentos de nuestra historia se han coaligado para, a falta de una palabra más precisa, jodernos usándonos con abierto desprecio o fingiendo el amor más prodigioso por "nuestras raíces" (siendo estos últimos estúpidamente idolatrados por el "pueblo".).
Nota sarcástica: el día que los progres-millenials de la América Latina lean lo suficiente como para descubrir a Briceño Guerrero y por supuesto malinterpretarlo muy probablemente quemaran sus libros por montones etiquetándolos como mínimo de euro-céntricos y racistas.
Ahora bien, así como Briceño hubo otro Venezolano que por la misma década publicaba un estudio sobre la América Latina, a mi juicio bastante certero y que no pierde vigencia a pesar de los años. Hablo de Carlos Rangel y su libro "Del buen salvaje al buen revolucionario" -otro libro candidato a la hoguera- , en el cual el autor expone los mitos construidos al rededor del latinoamericano y de su identidad para luego desmontarlos uno a uno.
Para que puedan formarse una idea del contenido de esta obra les dejo este fragmento de un resumen escrito por el politologo Anibal Romero en 2006:
"De un lado, los latinoamericanos acogemos con beneplácito el mito del buen salvaje, del hombre puro y simple corrompido por una sociedad injusta y explotadora, una sociedad que sin embargo se redime mediante utopías colectivistas. De otro lado, la humillación que se deriva de la brecha entre el inmenso poder de Estados Unidos y las divisiones, atraso, e inestabilidad latinoamericanas generan el mito del buen revolucionario, arquetipo del latinoamericano que culpa al coloso norteño por todos nuestros males, y dedica su existencia a luchar contra "el imperio"."
De modo que de Briceño obtenemos los fundamentos y el posterior diagnostico de la psicosis latinoamericana, y de Rangel sus manifestaciones más visibles. Así como los mitos y arquetipos creados para hacer dicha psicosis sostenible a través del tiempo gracias a un enemigo común mediante el cual vaya que logramos mantener una ilusión de cohesión más o menos uniforme los latinoamericanos: Los Estados Unidos De América.
De hecho, creo que Briceño, aunque con algunos matices, no estaría en completo desacuerdo con Rangel cuando éste dice: "LOS LATINOAMERICANOS no estamos satisfechos con lo que somos, pero a la vez no hemos podido ponernos de acuerdo sobre qué somos, ni sobre lo que queremos ser." (Del buen salvaje al buen revolucionario, 1976.).
¿Me pregunto, por qué a Galeano y su "Las venas abiertas de América Latina", por citar un ejemplo, sí se les conoce por todo el mundo casi como iconos de la cultura pop latinoamericana, mientras que a Rangel o a Briceño si acaso se les conoce en unos pocos circulos intelectuales y se les menciona solo selectivamente, casi con pinzas, y con precisión quirúrgica?
Para no enrumbarme por otros derroteros allí les dejo esa pregunta en el aire.
En síntesis, aunque Briceño construye su ensayo a partir de lo histórico-filosófico, Rangel se vale además de algunos elementos de la psicología durante el desarrollo de su ensayo (y además de forma bastante sofisticada) con intensión de dejar en claro que: si bien el despojo de la América Latina y el imperialismo Norte-Americano no son un mito, lo que sí ha permitido en gran medida tal despojo es nuestra debilidad. Debilidad, causada en buena medida por nuestro apego al arquetipo mítico del "buen salvaje" originalmente inocente, pero corrompido y explotado por fuerzas foráneas.
Mito que mucho daño nos ha hecho y que además, ha sido espoliado hasta el cansancio por caudillos y mesías revolucionarios de todas las épocas animados por ambiciones más bien personalistas y cuyo efecto es aún más destructivo en conjunción con esa psique esquizoide de la cual habla Briceño, y que la profesora francesa supo rápidamente interpretar.
Ahora bien, llegados a este punto, quisiera yo también arriesgarme a asomar tan siquiera un principio de análisis propio que pueda complementar todo lo expuesto. Análisis, probablemente, más elemental, más básico, rayando casi en lo prosaico, pero que quisiera creer no por menos sofisticado deba necesariamente ser completamente erróneo.
En primer lugar creo, que si América Latina efectivamente padece de un cuadro esquizoide, pues lógicamente necesita una buena terapia psicoanalítica que nadie le ha procurado para superar su lamentable condición. Luego, urge crear consciencia acerca de cómo unos pocos han sabido valerse de este lamentable cuadro clínico - y en esto insistiré constantemente- para sacar provecho desde la arenga "revolucionaria" o la imposición dictatorial, mientras que a los libertarios que han intentado acabar con el mal exponiendo la verdad (mejor dicho: predicando en el desierto) han sido despreciados y maltratados una y otra vez por ese ente abstracto llamado "el pueblo", y eventualmente, por la historia "oficial" .
De modo que América Latina no solo padece síntomas esquizoides y se encuentra también fuertemente aferrada al arquetipo del "buen salvaje" al cual en lo retorico -no así en la práctica- la utopía colectivista pretende dignificar enalteciendo incansablemente el valor de los pueblos originarios, si no que además, observando su latente conducta angustiosa y negadora de la realidad, si se me permite agregar, pareciera padece también de un infantilismo que no ha terminado de resolver del todo su complejo inconsciente de castración.
Veamos, en sus ensayos “Sobre las teorías sexuales infantiles” y en “La interpretación de los sueños” Sigmund Freud describió el complejo de castración (dejando, momentáneamente, de lado las diversas connotaciones y simbolismos fálicos; corriendo el riesgo de simplificación extrema) como un temor del infante a perder su poder, seguridad, confianza y tal vez su propio valor intrínseco como resultado de una interpretación de la realidad basada en la observación de las diferencias anatómicas entre los sexos.
Sin embargo, de no resolverse este complejo de castración en la niñez ello deriva en un adulto con fuertes sentimientos de infravaloración, incapacidad para asumir los desafíos que el desarrollo del propio talento impone y sobretodo: una baja autoestima. Todo lo cual, puesto en conjunto tiende finalmente al resentimiento; sentimiento el cual es especialmente notorio en el caso latinoamericano cada vez que se siente en cualquier modo comparado, humillado o superado por su veccino del norte Los Estados Unidos de Norteamerica.
Vaya cuadro nos presenta nuestro continente...
Sin embargo, después de al menos dos milenios de guerra Europa a podido forjar una unión de países con objetivos comunes que antes parecía imposible, luego de dos bombas atómicas Japón se ha levantado como una nación floreciente, China, hasta hace poco un país enteramente rural, hoy es un gigante económico, y Los Estados Unidos -quienes no fueron menos colonia de los ingleses que los latinos de los españoles. conforman la nación indiscutiblemente líder de occidente.
¿Qué pretendo decir con esto?
Pues que, en un mundo ideal los latinoamericanos habríamos comprendido ya que el crecimiento es una decisión consciente producto de una toma de responsabilidad. Por lo tanto, el resplandor del éxito estadounidense no es en esencia directamente un producto de las fallas y tropiezos de la América Latina. ¡Basta de una buena vez de endilgar cada uno de nuestros desaciertos a los odiosos gringos! Antes, bien deberíamos buscar por todos los medios armonizar nuestras relación con tan poderoso vecino y ganar en ellos a nuestros principales aliados continentales en nuestro camino hacia el desarrollo.
Sin embargo, una y otra vez preferimos los latinoamericanos abrazarnos a nuestro arquetipo victimista -azuzado por las turbas caudillistas- y culpar a los Estados Unidos, y a la Europa colonial, de todas nuestras desgracias.
En corto: de no existir USA, muy probablemente habría que inventarla para que los latinos tuvieramos cómo excusar nuestros fracasos; cerrando así los ojos a nuestro espantoso cuadro clínico en lugar de aceptarlo para poder ir en pos de una cura.
En otras palabras, frente a nuestro vecino del norte, a nosotros los latinos se nos disparan como acto reflejo todos nuestros mecanismos de defensa producto de nuestro complejo de castración, esquizofrenia y falta de autoestima; caemos en conductas bélicas, erráticas y auto-destructivas que caudillos populistas bien intencionados siempre saben cómo aprovechar para seguir transfiriendo las responsabilidades de nuestros fracasos a factores externos en lugar de resolverlo y creando así una distracción del problema central"(crear dos tres... muchos Vietnam"); obviando, por supuesto, que detrás del discurso del "imperialismo yankee", hay también toda una nación que se ha levantado gracias al trabajo duro de su gente, su concepción liberal sobre el papel del estado y la economía, y una ininterrumpida democracia cívica reforzada por su esquema de república federal constitucional y de separación de poderes de la cual tenemos también mucho que aprender y que pues si nos han dominado "ha sido más por la ignorancia que por la fuerza".
Para concluir, no quisiera dejarlos sin exponer un último elemento que para mí corrobora el cómo opera infaliblemente el complejo de castración en la psique latinoamericana con una de sus manifestaciones más evidentes:
En el complejo de castración está implícito además de todo lo mencionado respecto a una falta de autoestima y sensación de angustia o de incapacidad un factor de deseo no resuelto un tanto culposo hacia el falo (entendiendo falo no tanto como organo reproductor si no como principio activo, capaz, dominante, potente, ilimitado, autoritario, etc.) pues el individuo desea hacerse con él; dominarlo de alguna manera, tener uno, y cuanto más grande mejor.
¿Sería errado decir que el mejor equivalente a ese poder asociado con el falo fuese indiscutiblemente el poder del dinero?
Más específicamente el poder del dolar, del capitalismo, y su estruendoso éxito frente a la pobre América Latina. Poder el cual en la retorica y en público el ego y el super-yo "consciente" latinoamericano dice aborrecer por cuestiones morales; considerándolo la causa de todo mal ("Ser rico es malo"), pero que en el fondo su "ello" desea con lujuria y trata por todos los medios poseer, esconder y hasta incorporar dentro de sí pues no hay ni un solo revolucionario, ni buen latinoamericano que no desee o al que no se le haga agua la boca tan solo de pensar en un pila de billetes de 100 dólares indiferentemente de cuanto en el discurso oficial defienda la moneda local para defender "la soberanía".
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