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Un domingo en La Azulada

  • Foto del escritor: Milano
    Milano
  • 24 sept 2019
  • 3 Min. de lectura

La primavera finalmente está aquí y voy a tomarme la libertad de compartir con ustedes un par de mis mayores pasiones en el mundo: La primera, Buenos Aires (realmente amo esta ciudad), y segundo sus mejores lugares para ir de paseo y disfrutar de una excelente comida.


Hace años que venía ya pensando en escribir crítica culinaria, pues he tenido la oportunidad de conocer un par de buenos restaurantes un poco alrededor del mundo durante mi vida (desde Mérida hasta Luxemburgo y desde Bogotá hasta Buenos Aires), pero desde que me robaron mis mejores fotos y recuerdos a punta de pistola la última vez que fui a Venezuela había dejado la idea de lado ya que no tenia ningún respaldo visual para acompañar mis textos, y vivimos en la era de lo audiovisual.


Sin embargo, estando ahora radicado definitivamente en Buenos Aires (bueno, de momento) he comenzado a recuperar viejos hábitos ¡así que empecemos! intentaré cada domingo compartir con ustedes un nuevo restaurante y/o cualquier otro lugar interesante, así cómo cualquier otra cosa que llame mi atención entre las miles que tiene para ofrecer ésta maravillosa ciudad. Así que acompáñame si deseas conocer junto a mí todo lo que ofrece Buenos Aires a sus habitantes o a aquellos quienes están planeando un viaje a éste gran lugar de encuentros y contrastes.


Quisiera comenzar con el Restaurante La Azulada por ser un lugar de esos raros que te hacen sentir como en casa, cuyos sabores causan el mismo efecto y el que conocí sin tan siquiera habérmelo esperado...


Caminaba por la calle con María José (mí novia) el pasado domingo buscando un restaurante venezolano en Palermo el cual de hecho no conseguimos nunca.


No obstante, mientras buscábamos, de repente la vi. Era imposible no verla, una gran casa azul exquisitamente decorada con preciosos toques de madera y colores claros.


Simplemente tenía que entrar. además cómo ya mencioné de forma implícita, el estilo de la casa, y sus amplios espacios me trasladaron a la gran casa de la abuela de mi mejor amigo en Carúpano, Venezuela, "la casa de Ita" (así la llamábamos) dónde pasé buena parte de mi infancia.

De verdad, todo dentro del lugar (incluso el clima de ese día de inicios de primavera) me transportó a aquellos días donde nos sentábamos a comer en la gran mesa de la larga cocina en la casa de madera de Ita; donde se comía y compartía hablando indiferentemente y sin problemas en español, inglés o en italiano pues era una familia Italo-Américana-Venezolana conmigo allí de intruso absorbiendo todo y teniendo la suerte de probar los platos italianos del Nono, las albondigas (sí, con mayuscula) de Tía Lalalo y los postres de Jenny la madre de mi amigo (los mejores del mundo).


Qué alegres solían ser aquellos días, era otra Venezuela.


En fin... además de tan excelente ambiente que invitaba a los recuerdos, la comida de La Azulada fue igualmente buena, la tira de asado que me comí no dejaba nada que desear porque además era impresionantemente abundante. En serio, superabundante (tal como solía serlo también en la casa de Ita en Carúpano).


Entonces, ¿qué más podría agregar? Simplemente me encantó el lugar y se lo recomendaría a cualquiera que aún no lo conozca, o a cualquiera que esté planeando un viaje a Buenos Aires. En cualquiera de esos casos ponga La Azulada en su lista y venga a disfrutarla tanto como yo que le digo ¡no se arrepentirá! 👌

 
 
 

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